martes, 24 de abril de 2012

7 a. m. de Luis Palacios



Claro que conozco una salida limpia. Creí haber ignorado aquellas llagas impías. Sonreía entusiasmado por el simple hecho de haberme sentado a desayunar con mi dualidad, poner el último pan sobre la mesa. Sus ojos, mis ojos, los mismos ojos, un solo ojo. Ahí, centímetros medidos, piel, pan, piel y a ver quién se come a quién. Las paredes grises oscuras resquebrajadas por un fulgor sepia. Su nariz no se movía pero apuntaba y no había quien nos salve del otro. Su nariz, mi nariz, una nariz. El ruido de un mamón rodando por las hojas secas le espolvoreaba una belleza siniestra al fotograma marmolado de melancolia. La piernita le rebotaba, no hubo buena noche y las sábanas despertaron enroscadas a un cuerpo. Insomnio, coma inverso, efecto invernadero de una manía de acumulación de silencios huidiza. Mis ojos entreabiertos en falsa escuadra y lentamente despertaba una resistencia física por los músculos, una dulce y perezosa inercia fluctuaba. Pensé en la ropa, en el balde y en el grillo cantando en el baño. 

Meo indeciso y mi otro repite: - No hubo buena noche. Vistiéndome con una herradura en el cuello y me frunce pensar que para ella son clientes, y por que me baja línea con esa refractaria eternidad. Una lengua frígida de los mandatos. Para ella son clientes y alguien seguro se ríe con admiración resentida. Pensé en lo que me decías de ser criado para negarse a las controversias, como esos que se acomodan corbatas ceñidas por el poder. Mierda, mierda, mil mierdas, yo que te decía, decía y vos empecinada en no creerme por estar demasiado acostumbrada a no creer, al desencanto planificado para que no peligren tus seguridades argumentales. Abrí la puerta, llovía, me obligué a pensar en poemas de lluvia, se murieron ante la primera baldosa floja que pisé. Tampoco me preocupaba, sólo un chispazo líquido dentro de la zapatilla y el pie por dentro dando resbaladitas. Yo caminaba a la parada pensando en cómo operar, y no puedo no verme conmocionado por las caras de las siete de la mañana. Llega tu mensaje: - "Con la horrible sensación de haberme metido donde no debía". 

Cómo no dejarme conmocionar por sentir mi cara de las siete de la mañana y sentir tus mensajes de colectivo a las siete de la mañana. ¿Cómo operar? Los cielos tienen bolsas colgando y los pesos se modifican ¿Por qué mi malhumor? Sólo las caras de las siete de la mañana, sonreía al recordar la voz de Ernest diciéndome: Seven! ¿Por qué esta caída del valor de la sana percepción de los sucesos a modo de un positivismo medio choto? Todos los dispositivos se vuelven inútiles. Eructo sabor dentífrico, descansa mi mente al pensar, mirar la calle; me he quedado sin poesía y la verdad asi tan pura no puedo negarte que comienza a asustarme. Me llega otro mensaje tuyo de las siete de la mañana y en mi cara se dibuja otro gesto de las siete de la mañana. Y ya comienza a no importarme la pura verdad que me asusta. 

 Luis Palacios

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