miércoles, 3 de julio de 2013

::: Nuestro homenaje a Olga :::

::: Elegía o Penúltimo poema para Olga por María Belén Aguirre :::




Del libro: El demonio de la tristeza de María Belén Aguirre.


***

Olga ha fallecido

Todo parecía presagiarlo.
El pajarito que encontré muerto en la vereda,
mi poema del domingo,
la tristeza de mi hermana en el día de su cumpleaños,
la mirada meditabunda de mi madre,
este raro mediodía,
el libro que termina con tu muerte,
la velita que se apagó a las cuatro y media de la tarde.

Esto no es un poema.

Es un abrazo a tu alma
por siempre inmortal.

Hasta cuando volvamos a vernos, mi niña.

Tu María.

viernes, 1 de marzo de 2013

Biblioteca de Autor: Alejandro Nicolau


De Alejandro Nicolau hemos seleccionado los cuentos “Manisero en el Desierto del Sahara”, “No quieren que seamos felices” y “Déjà vu”, extraídos de su libro “El Libro de la Alegría”, en proceso de edición.

“Silencio, por favor. La ficción pide atención”. Así inicia, escueto pero certero, Alejandro Nicolau su exhortación al lector (“Déjà vu”). 

Un silencio se abre; y poco a poco van agolpándose en sus páginas: un pedaleo incesante de bicicleta vieja, un suave deslizarse sobre un charco de lluvia un barquito de papel que en su lomo lleva inscripto “Cocteau”, los ruiditos de un joven repitiendo dos veces, dos veces sus prosaicos rituales matutinos, un relámpago avizorando el estallido de un trueno, un disparo a traición, a quemarropa, un cuerpo cayendo. Silencio en el silencio de la celda miserable y arbitraria. Silencio. La ficción pide atención.

Nicolau juega (o no juega) a hacernos creer que no lo sabe. (Y tal vez no lo sepa; no estoy segura). Juega a hacernos creer que detrás de la candidez de su narrativa no hay otra cosa que inocencia y puerilidad. Esa actitud es definitoria del tono general con que es abordada su ficción.

Todo es lo que parece ser; sin secretas intenciones minando la profundidad de los relatos, sin aberraciones, sin monstruosidades. Puro devenir prosaico.

Pero no. En Nicolau la ficción es un natural sucederse de hechos extraños, sospechosos, enrarecidos; en cuyo entramado sus personajes, sin comprenderlo demasiado (o lo que es más angustiante aún, sin intentar comprenderlo), son arrastrados por las fuerzas de un destino, cuyos vicarios son a veces las fuerzas policiales (“No quieren que seamos felices”), el tiempo y la irredenta repetición del futuro en el pasado (“Dèjá vu”), o el vehemente, irrefrenable, animal deseo de huir bien lejos…allí donde no… (“Manisero en el Desierto del Sahara”).

En Alejandro Nicolau conviven con pasmosa frescura las dicotomías: sublime y siniestro, epidérmico y profundo, universal y telúrico. Y todo ello tamizado por un subtexto que murmura, bajito le murmura al lector que no sea cándido, se ande con algunas prevenciones.

Nicolau propende al extrañamiento del lector. Lo hace creer que la ficción se inscribe en la más indefensa estética naïf. Lo hace sentirse cómodo reconociendo topografías por las que el lector tucumano transita a menudo, o que conoce de oídas (Villa Mariano Moreno). Provoca, mediante este gesto de pura camaradería, que el lector ceda en su desconfianza y baje sus defensas… Y es entonces donde comienza a filtrar… derribando una a una las inocentes convicciones que ha sabido primero promover. Crea para romper, para poder pasar a otra instancia. Interesante nihilismo en el que toda seguridad es socavada por ingenua, precisamente por ingenua.

No hay inocencia en el lector contemporáneo. No debiera haberla. Cierto es que el escritor entabla con el lector un pacto de suspensión de incredulidad, volviendo zona franca el texto en el que ambos, desde diversos lugares simbólicos, se pavonean. Cierto. Pero también es cierto que en los atribulados tiempos que corren es preciso no andarse tan confiados.

El gran texto de la Historia Argentina, el “prototexto” como gusto llamarlo, nos ha enseñado -a duras penas- que nunca más un sujeto que desaparece de la nada, sin dejar rastros, sin que nada explique su paradero, está a resguardo del sospechado delito de desaparición forzada de personas; que nada nos garantiza que no haya sido torturado, que su cuerpo no ha sido arrojado desde una avioneta al turbio Río de la Plata y que sus zapatillas blancas no floten ahora como otro pez en el agua.

El gran texto de la Historia Argentina también nos ha enseñado, truculento maestro, que ningún ciudadano puede ser privado así como así de su libertad, que las fuerzas policiales deben propender al cuidado y no a la tortura de los ciudadanos, que la libertad de expresión debe ser garantizada, que ni la literatura, ni el arte, ni la difusión cultural son delitos, que ni la creatividad, ni el compañerismo, ni el altruismo son conductas punibles.

El gran texto de la Historia Argentina nos ha enseñado que si nos andamos desprevenidos el pasado puede volver, que es preciso estar despiertos.

Y hay además, un “no-tiempo” de la acción que prefigura el “cualquier tiempo”, que puede ser este, o el que ha pasado, o el que vendrá. Esa indeterminación multiplica las interpretaciones y sofoca por imprecisa. Todos los tiempos el tiempo.

Nicolau ha sembrado con fresca puerilidad, la simiente de la sospecha. Sabe (yo creo que sabe) de la potente polisemia de su obra. Y como buen escritor que es, no rechaza ninguna posible interpretación.

Esta es la mía.-
María Belén Aguirre

*Reseñas incluidas en la antología sonora: "Autores y/o textos inéditos por sí mismos: otra antología"; Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.


NO QUIEREN QUE SEAMOS FELICES




DEJÀ VU



MANISEROS EN EL DESIERTO DEL SAHARA


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miércoles, 27 de febrero de 2013

Biblioteca de Autor: Alejandra Díaz

De Alejandra Díaz hemos seleccionado los poemas inéditos “Amar”, “Paisaje” y “Desde el decir/querer”.


Ella es la que porta el nombre de la otra. Pero es otra. Una lapicera gira entre sus manos mientras me habla. A veces voltea la cabeza hacia el lado de la puerta. Espera a alguien. Una brisa leve le roza la nuca, y se eriza. Me dice, como volviendo de otro mundo:

“Escribíamos metáforas enrevesadas para eludir la atención de quienes podían desaparecernos”.

Se calla. Me mira.

Es Alejandra Díaz. Poeta. Y su mundo de metáforas será siempre para mí un enigma a descubrir. Habla, y va como sembrando pájaros heridos en el aire de un árbol sin follaje; sólo sus manos, el nido. Así la siento. Madre adoptiva de hijos huérfanos. Huérfana ella.

Su poesía, ese universo delicado y firme, posa en la metáfora la gracia de lo inagotable. Funda para sí y sus lectores un nuevo mundo. Mundo sustantivo en donde el pájaro es, el árbol es, la montaña es, el lobo es. Una realidad otra, sustantiva, que halla en sí misma el germen de la adjetivación.

Una hormiga camina con paso firme hacia la azucarera de nuestra mesa, en el bar. La tapa cerrada. Antes de llegar, se detiene en seco.

No hay pasado ni evocación en la propuesta de Alejandra. Hay un eterno sucederse del presente, en vistas a un futuro que se anhela igualitario.

“La poesía es mi modo de ver el mundo, de comunicarme con los demás, una fuerte manera de religarme a la época que me tocó vivir, a mi propia circunstancia. Escribo desde pequeña. Entonces para mí la poesía es mi manera de hablar, traduce mi manera de ser, de percibir, de acariciar la realidad como a la piel del mundo”.

Se calla. Sorbe ahora el café amargo que se le ha enfriado.

Una extraña sensación me invade. La Tierra gira. La estoy sintiendo. La miro. Me sonríe en connivencia.

En la poesía de Alejandra, fusionarse con el entorno no es óbice para la conservación de las particularidades de su yo poético. Ella proclama para los otros lo que desea para sí. Un sentimiento de indefensión atraviesa sus textos, ya como devenidas atmósferas.

Se muestra, es esconde; un ardid que la mantiene a resguardo, luego del sincero efluvio de sus poemas. La polisemia de la metáfora hace las veces de cómplice.

“En la época de la dictadura, vivía en Salta. No era extrema como aquí, en Tucumán. Pero mis lecturas y elecciones musicales tenían que ver con la insinuación de lo que era prohibido por el gobierno de facto; y yo asistía a un colegio, “El Bachillerato Humanista Moderno”, al que en reiteradas oportunidades le pusieron bombas en la puerta porque su enseñanza estaba orientada hacia una formación que, entre otras cosas, tenía como norte la “Teología de la Liberación”.

Ella no evoca. Ella desea. Arraiga para lo futuro.

“Y es fuerte y es débil el lienzo donde pinta
la historia de los hijos amados/ de las noches amadas
de los caminos amados/ y no/ que la moldean”.

Leo entre los papeles que ha vaciado para mí sobre la mesa; y que ha traído en una bolsa colorida que pesa horrores, en la que carga también cuadros que a veces pinta.

“El advenimiento de la democracia coincide con mi ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.T. Se destapa nuestra voz, poetas que ya nos agrupábamos mostrando tímidos escritos de posicionamiento, fuertes éstos en su compromiso, con lo que significó la cifra 30.000. Tu Gabito, Dany, José Kóbak, los homenajes con Dumit. Queríamos, sentíamos como un deber elegido y un derecho manifestarnos, raspar, raspar, raspar, buscar, buscar las tumbas, los cuerpos, los nombres, las madres, el dolor, la injusticia de un época silenciada”.

Silencio.

Ya va cayendo la tarde y pedimos la cuenta. Un arrebato de ambas por adelantarnos a pagar primero, hace caer sobre el piso sus papeles. Me agacho. Los recojo. Leo:

“que yo soy una sola palabra
la que no he dicho aún”.
Alejandra guarda, parsimoniosa, los poemas en su bolsa. Recoge el bolso del respaldo de su silla. Yo hago lo propio con el grabador en mi cartera circular. Caminamos hacia la puerta. Ya allí, se detiene en seco. Vuelve presurosa sobre sus pasos buscando la mesa que ha abandonado. Ha olvidado algo. Destapa la azucarera y vuelve hacia mí.

La hormiga inicia ahora su decidido camino; ya sin obstáculos.


María Belén Aguirre


*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.




AMAR




PAISAJE




DESDE EL DECIR QUERER



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Biblioteca de Autor: Nicolás Martinez Ribó



De Nicolás Martínez Ribó hemos seleccionado los poemas inéditos: “Fuego cruzado”, “Para qué correr entonces”. Y de su novela también inédita “Las esquirlas”, el capítulo “Adiós a los floristas”.

Su mirada se posa en el mundo urbano. Él es más que un voyeur que contempla impávido desde su ventana el impresionista sucederse de las horas sobre los objetos y los seres, un flâneur que se pierde entre la gente.

Martínez Ribó no ignora que el tiempo es lo que el viento y la lluvia a las piedras: un erosionador potente. Tampoco ignora que la literatura es, del hombre, su eterno garante. Un Cronos a contratiempo, que gira hacia atrás las agujas de un reloj que sabe inexorable. Un Saturno que una y mil veces devoraría a sus hijos solo para garantizarse la finitud de sus cuerpos amenazantes. Un tiempo sin tiempo, esa es la loca utopía del hombre. Pero este sucede tan solo una vez. Y preciso saberlo para cuidarlo.

Cada palabra, cada minuto desatan en Ribó la denodada urgencia por resguardar lo efímero de las garras del olvido. Por eso escribe. Para que no se mueran las cosas y los seres que un día se ha amado. Como el fotógrafo, el cineasta o el taxidermista, él detiene el mundo en aquello que desea permanezca inmortal. El escritor tiene sus métodos. Nadie olvidará, por ejemplo, al enorme Arlt escribiendo como un loco aguafuertes a contrapelo de su época, desafiando el buen gusto de los aristócratas señores, y el recato remilgado de sus gordas esposas al leer la detallada crónica de un atardecer en los arrabales porteños, verbigracia.

Como el poeta japonés, que al escribir haikus intenta a toda costa eternizar el instante y la impresión del instante en el que contempla ese instante; Ribó pinta con palabras las postales de su Tucumán citadino. Y al pintarlas va insertando guiños de anhelos imposibles: que no se pierda eso que ahora mira, que no se vayan los floristas de la peatonal, que no se aggiorne tanto todo que no quede casi nada de lo que otrora ha sido. Nostalgia del porvenir. Flashforward de una tristeza que vendrá.

El oficio de escritor consiste, para Ribó, en conocer o más bien ilustrar, el contradictorio sinfín que ofrece el mundo, sus reverberaciones y sus brechas.

Un pensamiento pugna por ser escrito, y es el escritor quien a través de la palabra materializará la idea. Sabe que ni la ficción ni la poesía están exentas de elucubración, y entiende que el abordaje debe ser original.

Lo cotidiano se eleva en Ribó a la condición de materia literaria. Una realidad que el poeta desea aprehender para salvarla. Y mirar salva. Mirar lo que otros por desidia o desinterés no miran, salva. Salva al objeto mirado.

La escritura es al poeta, lo que el poeta a las cosas y los seres: una garantía a perpetuidad. “Escribir es lo único que, mal o bien, sé hacer”, sostiene Ribó. Y aprieto stop.-

María Belén Aguirre


*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.




FUEGO CRUZADO




ADIÓS A LOS FLORISTAS




PARA QUÉ CORRER ENTONCES




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martes, 26 de febrero de 2013

Biblioteca de Autor: Rodrigo Suarez Ledesma


De Rodrigo Suárez Ledesma hemos seleccionado tres poemas amatorios inéditos: “A veces me canso de amarte”, “Explicación uno” y “Caos”.


La poesía es el universo quimérico en el que todo se exacerba. Un catalizador potente que vuelve al amor más amor, al dolor más dolor y al pasado un eterno e insobornable presente, cuyo mecanismo de actualización es la nostalgia. En ese contexto, nada es más grato al poeta que saberse del hombre su multiplicada caja de resonancias.

Un hueco se abisma; y es el poeta el que cae. Pero caer es para él una elevación a contrario sentido. Prueba en sí la flagelación certera del golpe, sólo para que el poema emerja ileso de levedad.

Hay en el poeta amatorio la angustiante sensación de que nada de lo que se diga alcanzará jamás para nombrar al abrumador sentir que lo embarga. La palabra, ese salvaje instrumento de comunicación, se declara inoperante. Y también a ella es preciso seducirla.

En Suárez Ledesma la poesía es un grato fluir coloquial que arraiga en el oído melómano del lector. Cada poema suyo postula una composición musical a descifrar.

No hay en su propuesta encriptamiento alguno. La poesía se devela con todo lo que de transparente hay en ella; aún cuando el ardid consista en decir exactamente todo lo contrario de lo que en el fondo se siente, que es otro modo -bien que solapado- del decir visceral. (“A veces me canso de amarte”; poesía pretericional, que proclama lo que niega).

Hay también en él una poesía metatextual que reflexiona sobre sí misma. (“Porque no sé cómo explicarlo/ sueño poesía para intentarlo”).
De forma tal que la poesía deviene, a la vez, medio y fin de sus denodadas búsquedas.

Poesía de pronombres personales en la que el “tú” poético se revela encarnado, por lo general, en una lejana mujer, y el “yo”, en un sujeto abatido por el peso del deseo incumplido. Y ambos, siempre lejanos. Siempre distantes.

En definitiva, poesía de sencillez apabullante, que encuentra en la complejidad de las relaciones humanas su leitmotiv más preciado.-

María Belén Aguirre


*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.




EXPLICACIÓN UNO





A VECES ME CANSO DE AMARTE




CAOS



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Biblioteca de Autor: Gabriel Guanca Cossa


Tres cuentos suyos integran esta antología: “Un golpe”, “La caída” y “Herencia”, extraídos del libro inédito “Una pistola vacía”.

Narrativa fuertemente sensorial, de predominancia visual, que encuentra en la topografía tucumana marginal y suburbana, el adecuado espacio dramático para el desarrollo de sus peripecias. Zona de pugnas socio-económicas, habitada por personajes estigmatizados que, en vano, idean mil ardides para intentar escapar de su destino. Destinos tucumanos como destinos griegos en los que, sin embargo, el deseo de modificar el status quo no hace más que acentuar la inamovilidad y la brecha.

Sempiterna precocidad del intento, impotencia, ineptitud, monotonía que se quiebra para sucumbir en un infierno aún peor; son algunos de los temas presentes en los cuentos que hemos seleccionado.

Su obra dialoga de modo profundo con la estética cinematográfica, potenciando la experiencia de la lectura. Leemos viendo. Pasamos de párrafo en párrafo como de escena en escena.

Desde esta perspectiva, el escritor dispone del material narrativo como si de planos a montar se tratara. Se “edita” analíticamente mediante montaje paralelo (coetaneidad y sincronía), propendiendo a la vertiginosidad por el acortamiento sensible de las escenas a medida que el desenlace va llegando.

Esta marcada tendencia puede ser advertida también por la inscripción de sus cuentos en determinados géneros cinematográficos. Así, tanto en “Un golpe” como en “La caída”, dos cuentos unidos por un común denominador temático, reconocemos la presencia del western, por la identificación de determinadas notas distintivas: el bien enfrentado al mal (cierto que con la debida relativización que surge de la detallada descripción de las circunstancias disparadoras), adversidad del entorno, la siesta como el espacio-tiempo en el que se gesta la afrenta, inevitabilidad de los acontecimientos o evitabilidad rechazada por indigna, exacerbación del sentido del honor viril, pugna incesante entre la vida y la muerte, atrofiado universo axiológico vuelto dogma por el imperio de la necesidad.

Al fin de cuentas, una pistola vacía no es otra cosa que una compleja paradoja: La voluntad existe, pero está viciada por el entorno o inhibida por las circunstancias. El bien existe, pero el mal es un sugestivo atajo en el camino hacia la consecución del deseo.

Todo lo que diga será siempre insuficiente.-

María Belén Aguirre

*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.




UN GOLPE



HERENCIA




LA CAÍDA


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lunes, 25 de febrero de 2013

Biblioteca de Autor: Luis Palacios



De Luis Palacios hemos seleccionado las prosas poéticas: “Soy perro, que no”, “Niño en llamas” y “Bioema. La máquina de Jerónimo y el punto de no poesía”.


Un silencio se extiende por la vasta llanura santiagueña. Yo estoy aquí, en Tucumán, a dos horas y media de allí, sentada en la cocina de mi casa, escribiendo. No hay realismo mágico en mi percepción de ese silencio. Un hombre camina, lo oigo, va cruzando con paso lento la Plaza Libertad. Se detiene ahora frente a la fuente, e inclinando la cabeza se deja mojar por el pródigo chorro que emerge translúcido. Hace calor. Son las tres de la tarde. Y Santiago del Estero arde, otra vez, su naturaleza indómita de bestia triste.

El hombre camina ahora hacia un banco, buscando la sombra recelosa de algún árbol. Se sienta. Saca el celular de un bolsillo del pantalón y escribe.

En mi barrio, los grititos de los niños se van mezclando con el pitido del achilatero que anuncia glorioso su llegada en bicicleta.

Mi celular vibra en la mesa. Es un mensaje. Leo: “¿Cómo anda, Niña?. Yo aquí, verá, andando quedo”.

Es Luis Palacios. Escritor. Y su obra es la fiel, la auténtica prueba de su Ser. Eticidad resultante de la coherencia entre el decir y el hacer. Su literatura también obra en consecuencia.

Hay en la literatura de Luis Palacios una cadencia que delata su pertenencia. Los localismos, sus giros lingüísticos, sitúan al lector en el sonoro mapa de una provincia enteramente particular. Destellos de un telurismo aggiornado por las influencias literarias (realismo sucio norteamericano, realismo visceral bolañeano y los ecos de un Rulfo inequívoco) y las multimediáticas formas de la comunicación, hacen de su prosa un deleite para la amplia gama de lectores, cualquiera sea el corte generacional al que pertenezcan.

Como los animales y los pájaros que, para garantizar su supervivencia, simbiotizan con el entorno sus pelajes y sus plumas, Palacios se aggiorna. Pero el aggiornamiento no opera en él como un menoscabo de las singularidades de su yo poético, ni de sus rasgos identitarios.

Desde ese particular contexto simbólico, crea. Su obra postula, del hombre santiagueño, un melancólico y contemplativo modo de mirar el mundo. El mundo es para él un enigma a descifrar.

Palacios, tributario de una cosmovisión altruista que encuentra sus raíces en la Antipoesía de Nicanor Parra, postula la existencia de los llamados “Puntos de no poesía”. Momentos puntuales en los que el poeta, excedido por la brutalidad de las circunstancias, se ve inhibido para dar cabal cuenta de lo que siente. Su subjetividad se ve abrumada. Entonces el poeta se declara inoperante. Es allí cuando decide que es preciso, para poder superar ese estado desasosegado, trascender la instancia verbal y asumir con entereza y compromiso físico, la defensa in situ de esa metáfora del hombre que es la mórbida necesidad del otro. Por eso se arremanga los pantalones, hunde sus pies en el fango atribulado de una inundación en Santos Lugares, donde el agua, como un monstruo silencioso, ha comenzado a roer casas, objetos y viejos enseres.

Hay en Palacios la conciencia de que la palabra no basta. Pero ella es su herramienta principal, con ella bucea en el hombre los secretos de su doloroso estarse en el mundo. El hombre cede ante el hallazgo de saberse la más desprotegida de las bestias; sin dios ni padres a quien poder culpar por su desdicha. Un bicho milenario que va como fundiéndose con el primer infeliz que se le cruce en el camino (“Soy perro, que no”). Y no hay nanas, ni madres, ni inocencia, ni garantías de nada (“Niño en llamas”). Y no hay palabra que valga, por preciosa que fuese, para saldar la deuda del hombre con el hombre (“Biorema. La máquina de Jerónimo y el punto de no poesía”).

La noche va colándose sigilosa por la ventana, a mis espaldas. Es probable que en sus casas los niños duerman ya. El achilatero verá en la tele un programa que lo haga reír; mientras su mujer, las manos diestras, pigmente de fucsia furioso el agua-hielo.

Sobre la mesa, el celular vuelve a vibrar. Es un mensaje. “Duerma, Niña, se lo ruego”, dice.

Y pienso que tal vez ha llegado la hora de descansar.-
María Belén Aguirre



*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.

SOY PERRO QUE NO



BIOREMA, LA MÁQUINA DE JERÓNIMO Y EL PUNTO DE NO POESÍA



NIÑO EN LLAMAS


Biblioteca de Autor: Gabriel Amos Bellos


De “Diáspora”, su poemario inédito, hemos seleccionado “Trayectoria”, “Por encargo” y “Nana para dormir a una monstruo”.


Asumo con completa sinceridad la dificultad que entraña para mí el análisis y teorización del discurso poético. Imperio absoluto de la subjetividad, en el que todo abordaje será siempre un intento.

Hay en la obra de Bellos una decantada y aséptica eliminación de lo superfluo ornamental en pos de lo sustantivo (no hablaré yo de esencias). Puntúa y encabalga a conciencia, orientado por la dispersión de sentidos, versos como enunciados taxativos en los que un adjetivo irresponsablemente escogido podría desmoronarlo todo en un instante. El tiempo queda implicado allí como elemento esencial: es el tiempo de la contemplación…

Reflexividad y clara conciencia acerca de la fragilidad del material con que laboriosamente es explorado el Ser; están presentes en su obra. Ser cuyo sentido se busca. Sentido que, no obstante, es vivenciado como imposible. Pero nada seduce más al poeta que la ardua empresa de intentar aprehender lo inasible.

La contundencia, cuyo pleonasmo no es otro que la síntesis, define su obra. Austeridad y despojamiento que en nada se parecen a la pobreza. La rica forma de estar en el mundo consiste en habitarlo necesariamente. Y habitar es poblar la patria yerma de la memoria con el recuerdo sensorial de lo visto-mirado-oído-sentido-tocado-pensado. Habitarlo sinestésicamente. Habitarlo y explorarlo con el cuerpo que piensa. Postales paisajísticas que se despliegan develando estados internos, son recurrentes en su obra reciente. Cuerpo y mente no están disociados, ni enfrentados, antes bien, asociados en la travesía del vivir.

El sentimiento, la sensación y el pensamiento se revelan como formando parte de una única y misma instancia corporal; donde el “estar siendo” dota al pasado del carácter de presente absoluto, siempre en curso. Todo es. Todo está siendo. Esa profunda consciencia exhorta al poeta a ver. Pero cada uno mirará según filtro; sea este el predilecto, o el inevitable.

Gabriel mira con los ojos de un anhelo oriental, el mundo occidental que lo circunda; aun a sabiendas de que toda tarea mimética es, cuando menos, utópica. “Noccidental”, dice de sí mismo. Occidental cebado de exquisitez japonesa, que con esmerada brevedad bucea el mundo.

Somos lo que miramos. Y Gabriel no lo ignora: la mujer que duerme lejos de aquí, es el índice del mundo. El poeta espástico que ha dedicado minuciosos poemas a sus amigos, es el índice del mundo. Esa enrevesada forma de irnos por las ramas para llegar al centro de las cosas, es el índice del mundo.

Así la escritura no es más que una delicada expansión de la vida.-


María Belén Aguirre



*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011






NANA PARA DORMIR A UNA MONSTRUO






POR ENCARGO



TRAYECTORIA




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Biblioteca de Autor: Pablo Jerónimo Dumit


De Pablo Dumit hemos seleccionado los poemas inéditos: “El come pájaros”, “Mar” y “Ala vez”.

En una casa de Italia al 500, hay un hombre que come pájaros. “Larga vida tendrá”, presagia mi madre; mientras precisa los términos de su ocurrente salida: “Como los chinos, que comen pájaros para no morir”.

Las rejas de esa casa nunca llevan llave, ni candado; basta un suave pulsar el remanido picaporte para que la puerta abra, y abre hacia adentro. Es Casa Dumit, ese museo desacralizado, no cultual, ese museo-casa-refugio familiar que en sus paredes y no paredes exhibe la obra del gran Ernesto Dumit; y en la que varias veces he estado yo, bajo el limonero del fondo, con los locos poetas charlando sobre anécdotas y sueños.

Un perro ladra desde la terraza, anunciando mi llegada. Entonces aparece él, el andar pausado, y me saluda como saluda a todos siempre, con un abrazo.

Es Pablo Dumit. Poeta, gestor cultural y entrañable refugio de artistas tucumanos y norteños, procedentes de todas las disciplinas. “Una casa humana”, como gusto decir en estos casos.

Son las cinco de la tarde y en cualquier momento los niños de una escuela que avizoro cercana, saldrán de clases y el bullicio de sus voces y sus pasos arrastrando sus zapatos sobre las baldosas será inevitable.

La idea es grabar aprovechando el silencio de la siesta. Por esta zona el tránsito de autos es casi nulo. Por eso pienso que hay algo de profético en la manera azarosa en que la vida monta sus sentidos, sus planos sonoros, sus intervenciones. Por eso, por mi sorpresa cuando en los últimos versos de “A la vez”, Pablo anuncia su partida y un auto pasa rasante, como invitándolo a irse, como llevándoselo.

Hay en la literatura de Dumit, el alma abierta de un poeta. Su poesía es “a la vez” evocación del pasado y rara felicidad por recordar la tristeza que ahora, como a una única certeza, se abraza. Extraño, complejo mecanismo temporal que actualiza el pasado, volviéndolo presente de un futuro que se sabe de antemano pasado.

Lo que ha sido, es y será; a eso me refiero.

Entonces recuerdo los versos de Mario diciendo: “sin nostalgia es difícil vivir”.

La nostalgia es en Dumit el tono predominante, pero no es el único. También de su nostalgia ha aprendido a reírse.

Su poesía es la síntesis de varios lenguajes, abrevados de una vida intensamente cultural, en donde la plástica, la música, el cine, además de la literatura, sembraron su significativo aporte.

El amor, la evocación del pasado, la cotidiana poesía de las cosas, el eterno fluir de la palabra hacia espacios impensados, donde las asociaciones son siempre un reto del espíritu y el lugar común es abordado desde todo lo que de no común tiene; son algunos de los temas abordados por Pablo Dumit.

El in crescendo de los sonidos escolares, me anuncia que ya son las seis de la tarde. Entonces, antes de irme, le pido que me narre esa anécdota suya, tan linda. Esa, en la que siendo aún niño, luego de girar varias veces en derredor de la silla de ruedas que contenía el cuerpo espástico del poeta Francisco Galíndez, ponderó con sorpresa, buscándole la cara: “Vos estás todo roto”; inaugurando tan inocentemente y para siempre su maravilloso destino de poeta.

Ya en la calle, de a grupitos, van caminando hacia sus casas los niños que salieron de la escuela. Al pasar por Casa Dumit, silencian ostensiblemente sus pasos, caminando como en puntitas. El más valiente de ellos lanza una piedrita contra los barrotes de la reja, que haciendo clin, clan, clin, acusa recibo.

Por detrás, más despacio, vienen murmurando misteriosos dos niños de jardín de infantes. Al pasar por mi lado, escucho a uno decirle al más flaquito: “En esa casa vive un tipo que come pájaros”.-

María Belén Aguirre

*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.






MAR




EL COME PÁJAROS




ALA VEZ



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