[clic abajo]
EL SEPULTURERO
Un último incienso
pasa por sus ojos
y ya no quiere
preguntarse
cómo y porqué
asumió la forma de lo respirable
esta paciente voracidad
descendida por la rama del calendario.
Sabe
que basta una grieta para inventariar las
pertenencias,
llámese calle
que siempre parece abordada
por el último auto de turistas
cargando una carie por el lente,
casas en torcimiento
o hijo viajando, cual sabueso
tras algo parecido a la dignidad.
Hasta que la grieta, plena
deje pulular, crecientes
las tertulias de los silencios;
ésos que se buscan un contenido
inmemorialmente perdido.
Siempre y de soslayo
el quetupí le ultrajó
la oreja crepuscular
pero ya ni eso,
ni las dinámicas odiosas a las que suelen obligar
las inundaciones cuando tiranizan por su casa,
lo despabilan.
Ayer tuvo que entregar un muerto,
los familiares lo trasladaban a un cementerio
privado
(observó
que habían barreteado
más placas de bronce).
Ayer también, soñó de siesta
que la Virgen le entregaba su manto
antes de desmoronarse,
y que él lo olvidaba
sobre una silla
distraído en dejarse esgrimir
como una cerveza más
por la fiesta patronal y su música recalcitrante.
Catador manso de la ceniza…
con la sombra inclinada
acariciando de sobrevuelos
este jardín igualitario
de huesos, dones, honores y mentiras.
(Los años dan
en la transpiración
y en la artritis.)
Deje ya de percutir la pala
desafilando la tierra,
que el pozo responde a su estatura.
Total, todos aprenderemos a familiarizarnos
con un racimo de plásticas flores
para saciar la necesidad
de desafiliarnos
del riego.
©Gabriel Gómez Saavedra (2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario