viernes, 22 de febrero de 2013

Biblioteca de Autor: Gabriel Gómez Saavedra


De Gabriel Gómez Saavedra hemos seleccionado sus poemas: “Ruta 38”, “El sepulturero” y “Las primeras palabras”.


La poesía es del mundo la garantía de su existencia. Un poeta lo nombra, y el mundo existe. Así de simple. Así de complejo. Crear es asumir la responsabilidad de lo creado. Y el poeta es de su obra, su albacea mientras viva. Después vendrán el tiempo, la memoria, las conjeturadas reflexiones sobre el cómo y el porqué… la fragua.

En el más aquí de las creaciones, el poeta es el hombre que enuncia. Una corporeidad inteligente que siente, y por el que filtran impresiones, sentires y pareceres.

Hay en Gómez Saavedra el deliberado, altruista propósito de propender al borramiento de sí mismo. Difícil tarea.

Poeta de los otros, que encuentra en la “ajenidad” el pretexto para explorar la universal textura de los hombres. Poeta de tono cansino y mirar quedo. Poeta de la tierra y de los ciclos vitales. Poeta del paisaje desplegado que contempla sin juzgar, sin ni siquiera interferir, el suave decurso de las horas.

Una delicada simbiosis se opera entre él y lo que él mira. El lector va como perdiendo su capacidad para discernir esos límites. Y el poeta, va como dejándose olvidar. Su ardid (su grandeza) consiste en ser el otro/ los otros por el intenso lapso que dure el poema.

Un prestidigitador avezado que poco a poco va volviéndose polvo en el aire seco de Villa Medina, manos curtidas de un sepulturero viejo, flores de plástico sobre una tumba ignota, cuerpo yerto en la camita de un hospital del pueblo, o recién nacido niño que estrenará el mundo cuando por fin se atreva a pronunciar de todas, la primera palabra.

En Gómez Saavedra el reto consiste en hallar en la voz de los otros, la voz del poema. Pero su plan no concluye allí. También desea el borramiento, o al menos la discreta ocultación, de las influencias exógenas. Sabe que ese es el principio de la autenticidad. Sabe que contemplar, despojado de las vicisitudes de su ego, es un medio para oír esa genuina voz que busca. Mirar oyendo. La sinestesia es aquí el medio para la consecución de ese anhelo tan magnánimo.

Un conmovedor misticismo poético, de lúcida conciencia y mesurada raigambre telúrica, salvaguarda la digna coherencia de este afán.-

María Belén Aguirre

RUTA 38



LAS PRIMERAS PALABRAS




EL SEPULTURERO






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