miércoles, 22 de febrero de 2012

Karna




Amo a una mujer. Desde que estoy con ella me encuentro más hombre. Hubiese preferido encontrarla antes, en otras vidas, cuando teñía telas en Marruecos. O cuando vendía estampitas en Budapest. Sin embargo estoy feliz, viviremos varias vidas juntos. Espero la próxima nos encuentre en un beso escondidos en la obviedad de un pueblo sin nombre para poder continuar el amor que comenzamos ayer.

 Cuanto estoy con ella y me aprisiona con sus piernas tenazas reconozco que estaba perdido creyendo que la libertad de estar solo era un privilegio de pocos. Ahora no puedo vivir sin ella: lamer sus pezones oscuros de luna mientras sus senos tiemblan y la dulzura errante de su sexo perturba mi lengua barroca que entretiene su clítoris agudo.

La perdición es decaer en su espalda y quedarme apretujado a su inicio irredento. El alcanfor de sus muslos errantes y el orificio democrático de su entraña marina irradian una indeclinable tentación fueguina.BAmo a una mujer. Desde que estoy con ella me encuentro más duro. Hubiese preferido encontrarla antes, en otras vidas, cuando era clochard en Paris escribiendo indecencias para mujeres que solo registraban caballeros de cuello alto y guantes blancos. O cuando escapábamos junto al pueblo elegido de las garras egipcias. Seguramente las próximas vidas serán más intensas y ardientes descoyuntándonos de placer en algún dosel irredento sin otra preocupación que procurarnos un goce inaudito para continuar el amor que comenzamos ayer.


Federico Soler


*Una fotografía de Daniel Burgos.

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