Porqué viene la baguala
y aquí se pone a doler.
(Canción de las cantinas
Manuel J. Castilla - Rolando Valladares)
No pensaba ya en los templos
desviscerados por las mayúsculas
con que los hombres
mensuraban su nombre
y lo alejaban.
Ahora sólo quedaba espacio
para extender la mirada hacia el follaje
de los árboles de Plaza Alberdi.
Esbozaba el aire de volcar
todos los cielos ausentes para el porvenir
en el concentrado infinito
de una flor de tarco,
cuando vio pasar
a un apocado niño cargando,
en el mohoso intervalo tambaleante de las costillas
una transparente incomodidad que se confundía
y que él reconoció
como a uno de sus cadáveres,
anoche también
había divisado otro,
pero como un ahogado
en la pulpa fatigada
de los ojos del caballo
que tiraba el carro de un cartonero.
Aquello lo vistió de la angustia:
un regusto de barro de ceniza
sólo equiparable a aquel
donde se extravió,
irrecuperable
y de bruces,
cuando escuchó por primera vez
Canción de las cantinas
(interrogatorio
puesto al lomo
rresuelto de una noche
expiando
laberintos de la osteoporosis del vino).
Entonces, Dios comprendió sus ganas
de elegir un banco,
acurrucarse inabarcable y fetal
y abrirse el cuello
para que la muerte le entre y se abisme
a falta de madre
que lo arrulle.
Gabriel Gómez Saavedra
***
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