miércoles, 27 de febrero de 2013

Biblioteca de Autor: Alejandra Díaz

De Alejandra Díaz hemos seleccionado los poemas inéditos “Amar”, “Paisaje” y “Desde el decir/querer”.


Ella es la que porta el nombre de la otra. Pero es otra. Una lapicera gira entre sus manos mientras me habla. A veces voltea la cabeza hacia el lado de la puerta. Espera a alguien. Una brisa leve le roza la nuca, y se eriza. Me dice, como volviendo de otro mundo:

“Escribíamos metáforas enrevesadas para eludir la atención de quienes podían desaparecernos”.

Se calla. Me mira.

Es Alejandra Díaz. Poeta. Y su mundo de metáforas será siempre para mí un enigma a descubrir. Habla, y va como sembrando pájaros heridos en el aire de un árbol sin follaje; sólo sus manos, el nido. Así la siento. Madre adoptiva de hijos huérfanos. Huérfana ella.

Su poesía, ese universo delicado y firme, posa en la metáfora la gracia de lo inagotable. Funda para sí y sus lectores un nuevo mundo. Mundo sustantivo en donde el pájaro es, el árbol es, la montaña es, el lobo es. Una realidad otra, sustantiva, que halla en sí misma el germen de la adjetivación.

Una hormiga camina con paso firme hacia la azucarera de nuestra mesa, en el bar. La tapa cerrada. Antes de llegar, se detiene en seco.

No hay pasado ni evocación en la propuesta de Alejandra. Hay un eterno sucederse del presente, en vistas a un futuro que se anhela igualitario.

“La poesía es mi modo de ver el mundo, de comunicarme con los demás, una fuerte manera de religarme a la época que me tocó vivir, a mi propia circunstancia. Escribo desde pequeña. Entonces para mí la poesía es mi manera de hablar, traduce mi manera de ser, de percibir, de acariciar la realidad como a la piel del mundo”.

Se calla. Sorbe ahora el café amargo que se le ha enfriado.

Una extraña sensación me invade. La Tierra gira. La estoy sintiendo. La miro. Me sonríe en connivencia.

En la poesía de Alejandra, fusionarse con el entorno no es óbice para la conservación de las particularidades de su yo poético. Ella proclama para los otros lo que desea para sí. Un sentimiento de indefensión atraviesa sus textos, ya como devenidas atmósferas.

Se muestra, es esconde; un ardid que la mantiene a resguardo, luego del sincero efluvio de sus poemas. La polisemia de la metáfora hace las veces de cómplice.

“En la época de la dictadura, vivía en Salta. No era extrema como aquí, en Tucumán. Pero mis lecturas y elecciones musicales tenían que ver con la insinuación de lo que era prohibido por el gobierno de facto; y yo asistía a un colegio, “El Bachillerato Humanista Moderno”, al que en reiteradas oportunidades le pusieron bombas en la puerta porque su enseñanza estaba orientada hacia una formación que, entre otras cosas, tenía como norte la “Teología de la Liberación”.

Ella no evoca. Ella desea. Arraiga para lo futuro.

“Y es fuerte y es débil el lienzo donde pinta
la historia de los hijos amados/ de las noches amadas
de los caminos amados/ y no/ que la moldean”.

Leo entre los papeles que ha vaciado para mí sobre la mesa; y que ha traído en una bolsa colorida que pesa horrores, en la que carga también cuadros que a veces pinta.

“El advenimiento de la democracia coincide con mi ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.T. Se destapa nuestra voz, poetas que ya nos agrupábamos mostrando tímidos escritos de posicionamiento, fuertes éstos en su compromiso, con lo que significó la cifra 30.000. Tu Gabito, Dany, José Kóbak, los homenajes con Dumit. Queríamos, sentíamos como un deber elegido y un derecho manifestarnos, raspar, raspar, raspar, buscar, buscar las tumbas, los cuerpos, los nombres, las madres, el dolor, la injusticia de un época silenciada”.

Silencio.

Ya va cayendo la tarde y pedimos la cuenta. Un arrebato de ambas por adelantarnos a pagar primero, hace caer sobre el piso sus papeles. Me agacho. Los recojo. Leo:

“que yo soy una sola palabra
la que no he dicho aún”.
Alejandra guarda, parsimoniosa, los poemas en su bolsa. Recoge el bolso del respaldo de su silla. Yo hago lo propio con el grabador en mi cartera circular. Caminamos hacia la puerta. Ya allí, se detiene en seco. Vuelve presurosa sobre sus pasos buscando la mesa que ha abandonado. Ha olvidado algo. Destapa la azucarera y vuelve hacia mí.

La hormiga inicia ahora su decidido camino; ya sin obstáculos.


María Belén Aguirre


*Reseña perteneciente a "AUTORES Y/O TEXTOS INÉDITOS POR SÍ MISMOS. Otra antología", Biblioteca Parlante Haroldo Conti y Peras de Olmo- Ars continua, 2011.




AMAR




PAISAJE




DESDE EL DECIR QUERER



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